La visión se refiere a una imagen clara e inspiradora de un estado empresarial o meta futura trazada. Proporciona dirección, propósito y motivación a individuos, equipos y la organización en general. Una declaración de visión debe ser simple, memorable y fácil de comunicar.
Los valores son principios rectores o convicciones que dan forma a las actitudes, comportamientos y decisiones. Manifiestan lo que es importante para las personas, los equipos y las organizaciones, y definen la cultura y la identidad de la organización. Ejemplos de valores incluyen honestidad, respeto, colaboración, innovación y orientación al cliente.
El estilo de trabajo se refiere a la forma en que las personas prefieren trabajar, organizar su tiempo e interactuar con los demás. Refleja su personalidad, preferencias y hábitos, e influye en su productividad y eficacia. Algunas personas prefieren trabajar de forma independiente, mientras que otras disfrutan de la colaboración en equipo. A algunas personas les gusta la estructura y la rutina, mientras que otras prefieren la flexibilidad y la espontaneidad.
En resumen, una visión clara brinda dirección y motivación, los valores dan forma a las actitudes y comportamientos, y el estilo de trabajo refleja las preferencias y hábitos personales. Comprender y alinear estos tres elementos puede ayudar a las personas, los equipos y las organizaciones a maximizar su potencial, facilitando alcanzar metas; aparentemente imposibles de alcanzar.
Cuando se desarrolla una nueva estrategia, es importante considerar cómo lograr que la visión, los valores y el estilo de trabajo de la organización estén alineados alinean con los objetivos.
En primer lugar, la conceptualización de la estrategia debe ser intencional y basarse en un propósito que es fácil de compartir, debe proponer un modelo mental que aumente las probabilidades de éxito y la sostenibilidad a largo plazo. La visión debe ser clara, útil e inspiradora y, en última instancia, debe guiar la puesta en práctica de la estrategia. Debe dar respuesta al porque compromete a los integrantes de la organización a través de la generación constante de valor.
En segundo lugar, la ideación de una estrategia de reflejar valores compartidos que motive a sus interlocutores a la consecución de una visión o metas comunes, por tanto, la ideación de la estrategia debe alinearse con los valores de la organización. La estrategia debe ser coherente con los principios rectores y las creencias que dan forma a la cultura y la identidad de la organización. Por ejemplo, si la innovación es un valor central de la organización, la estrategia debe incluir iniciativas que promuevan la innovación como la creatividad, el individualismo y asumir riesgos controlados, aunque genere controversia y en ocasione s conflicto de ideas fundamentadas en hechos.
En tercer lugar, toda estrategia bien orquestada debe considerar el estilo de trabajo de la organización. La estrategia debe diseñarse de manera que se adapte a las fortalezas y preferencias individuales de las personas que la componen. Por ejemplo, si la organización valora la colaboración, la estrategia debe incluir oportunidades para que los miembros del equipo trabajen juntos en el desarrollo de iniciativas clave. Igualmente debe dejar espacio para el individualismo y el desarrollo personal, son muchas las personas que encuentran un propósito gracias a que alcanzan la excelencia en el desarrollo de su profesión. Toda organización con ambiciones de liderazgo debe contar entre sus integrantes con lideres de opino o expertos aceptados ampliamente como referentes dentro de su sector.
En conclusión, una estrategia de éxito debe desarrollarse teniendo en cuenta la visión, los valores y un estilo de trabajo. Toda estrategia eficaz debe estar diseñada entorno a un propósito que es la guía para toda la organización, al igual que un faro es el punto de referencia hacia la consecución de objetivos o la materialización de una visión. Además, debe
Incluir un consenso en cuanto al estilo de trabajo de manera que desarrolle las capacidades individuales a la par que potencia el desempeño de equipo. Toda conceptualización estratégica debe ser coherente con los valores rectores y convicciones que dan forma a la cultura y la identidad de la organización, debe diseñarse de manera que fomente sus fortalezas.
La formulación de la estrategia incluye actividades como el análisis del entorno interno y externo, el establecimiento de objetivos específicos, la identificación de opciones estratégicas, la evaluación de alternativas y la toma de decisiones sobre la asignación e implementación de recursos. La puesta en marcha de una estrategia requiere de un plan o marco detallado que engloba los recursos y capacidades disponibles, además de aquellos que se deben desarrolla o adquirir con el fin lograr los objetivos o materialización de la visión. A la estrategia y el desarrollo de un plan le sucede la gestión del cambio. Toda transformación es un enfoque estructurado para la transición de personas, equipos y organizaciones de un estado actual a un estado futuro deseado. Al gestionar el cambio, es importante tener presentes las sinergias que tienen lugar al aprovechar la visión, los valores y el estilo de trabajo de la organización para facilitadoras de una transición que dé lugar al éxito de la transformación.
Compartir la visión es fundamental a la hora de gestionar el cambio. La visión debe ser clara y comunicada de manera efectiva a todas las partes interesadas. Esto ayuda a garantizar que todos entiendan hacia dónde se dirige la organización y qué se pretende lograr con el cambio. Esto puede ayudar a generar aceptación y compromiso con el cambio, ya que es más probable que las personas apoyen el cambio que está alineado con una visión convincente y con un propósito que comparten.
Tener en cuenta los valores de la organización a la hora de gestionar el cambio. Las iniciativas de cambio que sean coherentes con los valores de la organización tienen más posibilidades de éxito. Por ejemplo, si la organización valora la transparencia y la confianza, entonces la comunicación y la participación en el proceso de cambio deben ser una realidad tangible de máxima prioridad. Al alinear las iniciativas de cambio con los valores de la organización, puede ayudar a generar confianza y apoyo para el cambio.
El estilo de trabajo al gestionar el cambio debe ser una prioridad en todas las iniciativas de cambio, estas deben diseñarse de manera que sean consistentes con la nueva manera de hacer las cosas o cultura empresarial. Por ejemplo, si la organización apuesta por el desarrollo personal, más allá de una formación continua, debe incluir oportunidades o permitir el individualismo y dejar espacio, incluso fomentar la consecución de metas profesionales personales. Al alinear las iniciativas de cambio con el estilo de trabajo de la organización, se reduce la resistencia al cambio y hacer que la transición sea más exitosa.
La recapitulación o conclusión de todo lo anterior es que toda estrategia efectiva aparte de buscar una ventaja competitiva y diferenciarse de la competencia, debe tener presente una visión con propósito, la definición de unos valores y como estos guían las actuaciones de los integrantes de la organización, además debe consensuar un estilo de trabajo que fomente el desarrollo profesional individual.