Albergamos 3 arquetipos principales de personalidad que coexisten en nuestro subconsciente y depende de nosotros elegir cuál de ellos predomina o le damos el papel de protagonista. El desarrollo y desenlace de nuestra vida dependerá de si nos decantamos por asumir el papel de héroe, villano o víctima. El transcurso de nuestra propia historia se sucederá de manera similar a la narrativa de una epopeya o relato épico. Somos nosotros quienes elegimos el patrón de comportamiento que definen nuestra personalidad.
Los héroes se enfrentan a episodios traumáticos pasados. Se caracterizan por ser huérfanos, provienen de familias desestructuradas, deben hacer frente a secuelas de enfermedades o accidentes, maltrato, acoso, falta de oportunidades por causa de su origen, etc. Pasados que una vez aceptados, confieren la determinación que es la forja de personajes extraordinarios. Al igual que el resto de las personas sufren episodios de crisis de autoconfianza. En sus momentos más bajos quedan expuestos a sus miedos y al auto juicio. Bloqueos mentales que deben superar para llevar a buen término su misión. Se caracterizan por su sentido de justicia, empatía, altruismo, tesón y la valentía, necesarias para enfrentar situaciones ante las cuales el común de los mortales se quedaría petrificado.
Los villanos son la fuerza antagónica, frecuentemente la propia sombra del héroe. Un villano suele ser psicótico, egoísta, narcisista, maquiavélico y se oponen a los deseos o proyectos vitales del protagonista. Al igual que el héroe deben sobreponerse a sus miedos y un pasado traumático. En vez de llevar a cabo todo lo necesario para sobreponerse y evitar que vuelvan a suceder episodios negativos; opta por la destrucción, el rencor y la venganza. Todos tenemos un lado oscuro por lo que la villanía siempre desata una cierta atracción o sensación de vértigo, por el que nos sentimos atraídos. El villano, aunque disfruta de momentos esporádicos de éxito o gloria, siempre en el desenlace fracasa.
Las víctimas culpan a sus semejantes de ser la causa de su mala situación y esperan siempre a ser rescatadas. Utilizan el victimismo o la fabricación y exageración de circunstancias adversas para auto justificarse del abuso que ejercen en los demás. El héroe reduce en gran medida su poder al intentar cambiar la actitud de la víctima. La mentalidad de víctima diluye el potencial humano al eludir la responsabilidad. Se sienten vulnerables, les invade el negativismo y reaccionan a la mayoría de los obstáculos de la vida echando balones fuera. Dejan que las emociones se apoderen de ellos y con el tiempo estos sentimientos provocan arrebatos de ira, depresión, aislamiento y soledad. No debemos confundir el victimismo, que es tomarse los acontecimientos como una afrenta personal, con el complejo de mártir. Los mártires deciden sacrificarse por los demás, para después y por lo general, terminar por mostrar resentimiento.
En toda narrativa aparte de los protagonistas siempre encontramos los personajes secundarios. Mentores o saboteadores que aportan tanto habilidades o características de personalidad positivas o negativas. Atributos que dan mayor calado al perfil y el carácter del protagonista.
Los mentores con su sabiduría y experiencia ayudan al héroe a salir de su zona de confort, son el apoyo que le permite hacer frente a sus miedos y limitaciones. Los mentores incentivan a aceptar el propósito y a comprometerse con la misión que debe cumplir. Son personajes externos que lo acompañan o si ya tiene la sabiduría suficiente, el héroe encuentra el mentor en sí mismo. Los mentores son curiosos, les impulsa y motiva la superación personal, se guían por la moral, bondad y sinceridad. Son débiles cuando están inquietos, les falta autoconfianza o están insatisfechos. Sus puntos fuertes incluyen la creatividad, fuerza de voluntad, convicción, humanismo, y la pasión con la que se enfrentan a cada nuevo reto. Su debilidad pueden ser la arrogancia y el distanciamiento cuando se topan con un contratiempo. En términos de debilidad pueden llegar a ser demasiado cautelosos e incluso titubear cuando toca pasar a la acción. Con el transcurrir de la narrativa de su historia y misión de héroe, desarrollan su coraje, autoconfianza, además su perspicacia aumenta.
Los saboteadores se presentan como personajes con una caracterización propia y actúan como instigadores o causantes del sufrimiento del protagonista. En realidad, son el miedo y los pensamientos tóxicos que sabotean y subvierten las oportunidades de éxito con voz propia, actúan al igual que los personajes de un relato. Llegar a conocerlos y etiquetarlos dándoles un nombre facilita su identificación, bloqueo, incluso eliminación antes de que entren en escena o se apoderen de nuestra mente. Es importante tomarse el tiempo para reconocerlos y evitar así que lleguen a formar parte de nuestra personalidad. Los saboteadores son causa de estrés, ansiedad, depresión, indecisión, frustración, inquietud, infelicidad y sentimientos de desesperación. Toman forma de negativismo, catastrofismo, la personalización de críticas o de episodios negativos, la auto culpa, juicio y crítica. Son las voces de personas reales que quedan ancladas en la memoria, pueden ser padres, hermanos, amigos, profesores, compañeros, jefes parejas y exparejas; voces que coexisten en nuestra cabeza.
Las historias que nos contamos a nosotros mismos, pero también a los demás acerca de nosotros, dan forma a nuestras vidas. Hablar de todo lo que nos sale mal, de lo difícil, compleja e injusta que es nuestra situación; nos contamina. Por el contrario, empodera, incluso podemos contagiar a los demás, con una narrativa mediante la cual mostramos optimismo, autoconfianza y determinación. Mejorar nuestra vida es tan sencillo como pasar a la acción al cambiar nuestra narrativa del derrotismo y el victimismo al empoderamiento; un cambio de actitud que altera nuestra realidad. La vía mesolímbica y la liberación de dopamina es la razón por la cual nos gusta hablar de nosotros mismos. Pero hablar desde el positivismo activa la producción de serotonina y un aumento de la actividad prefrontal. Los beneficios son una mejora del pensamiento creativo, flexibilidad cognitiva y un procesamiento de la información más rápido. El efecto placebo o nocebo es una realidad cognitiva humana y depende de nuestras expectativas, de si estas son positivas o negativas. El mismo efecto que tienen los rituales, amuletos o las convicciones más arraigadas que tenemos acerca de nosotros mismos. Expectativas que determinan salud, éxito y calidad de las relaciones.
Es durante la infancia cuando se generan nuestros miedos y pasiones que quedan más arraigadas en el subconsciente. Cuando la vida pierde su sentido y todo parece descarrilar, detenerse a pensar cuáles fueron nuestros miedos de la infancia y observar si siguen estando presentes; nos permite identificarlos, etiquetarlos y bloquearlos, incluso eliminarlos. De la misma manera, pararnos a recordar y reflexionar sobre que nos gustaba hacer de niños, que nos fascinaba, hacíamos bien o nos hacía sentir fuertes, empoderados y despertaba el héroe que todos llevamos dentro; nos ayuda a reencontrar el rumbo. Contra el miedo solo podemos tratar de desarrollar fuerzas contrarias. Según el psicoanalista Fritz Riemann estas son: el coraje, confianza, comprensión, poder, esperanza, humildad, fe y amor. Riemann igualmente establece 4 estructuras o arquetipos del miedo que marcan la personalidad y definen nuestra manera de ser.
El miedo a la rendición se distingue por el distanciamiento que es un intento de autoconservación que conduce a evitar la cercanía y el apego. Lo sufren personas egocéntricas que buscan la independencia hasta el extremo de la autosuficiencia. Se muestran distantes, fríos, impersonales y difíciles de abordar. Viven en un mundo rodeado de extraños debido a que sus interacciones con otras personas son superficiales. Tienen problemas para mostrar aprecio y sus relaciones responden a motivos racionales o de conveniencia. Muestran una discrepancia de madurez entre intelecto y gestión de las emociones o entre racionalidad y emotividad, que es característica. La causa del miedo a la rendición tiene su origen mayoritariamente durante el primer año de vida. Son personas que se desarrollaron sin la protección que necesitaban o una seguridad y afecto insuficientes; razón por la que se sentían desatendidos. Su comportamiento esquizoide estimula el desarrollo de la autonomía e independencia. Tienen una aguda capacidad de observación y un ojo crítico que les permite fundamentar sus decisiones en los hechos. Exponen sus puntos de vista sin sentimentalismos, de manera concisa y sin concesiones.
Miedo a la independencia está vinculado a personas con una estructura de personalidad con tendencias depresivas. Rehúyen las separaciones porque en las relaciones encuentran seguridad. Este impulso les impide ser independientes, incluso llegar a ser ellos mismos, dejándose absorber por los demás con tal de sentirse seguros. La necesidad de dependencia les hace renunciar incluso a su libertad, libertad que igualmente deniegan a sus contrapartes. La renuncia al individualismo y la autorrealización provoca anhelos pasivos, causa de desilusión cuando los demás no cumplen sus expectativas. Eluden los reproches, por ello desarrollan virtudes altruistas como la modestia, predisposición de sacrificio, sosiego, generosidad, compasión, piedad, etc. Debido a que se desgastan o desviven por los demás, rápidamente entran en un estado de agobio y agotamiento. El amor romántico es lo más importante en la vida para las personalidades con tendencias depresivas, y al mismo tiempo este es su mayor punto débil. Las agresiones plantean un conflicto por lo que restan importancia a episodios violentos que compensan con sentimientos de superioridad moral, incluso llegan a atrapar a las otras personas con sentimientos de culpabilidad. Entre el final del primer año y el segundo año de vida estas personas son expuestas a un excesivo mimo y en casos extremos también a la frustración. El mimo inhibe la iniciativa personal y promueve una «actitud cómoda». La frustración surge cuando sienten no estar a la altura de las expectativas de sus progenitores. Personas leales y agradecidas, sus virtudes incluyen la perseverancia y resiliencia. Suelen permanecer en un segundo plano hasta ser descubiertos por su calidez y compromiso.
Miedo a lo efímero se caracteriza por sobrevalorar la seguridad y el impulso de luchar por preservar. Provoca una actitud compulsiva por mantener el estado de las cosas y evitar el cambio a toda costa. Detrás de este comportamiento en realidad se esconde el miedo a la muerte. Personas con miedo a lo efímero luchan consigo mismas, con los demás, además con la vida misma en un intento de mantener el control y anticiparse a todo. La duda es una constante y decidir reviste dificultad, aunque una vez que toman una decisión permanecen firmes. La etapa entre el segundo y el cuarto año de vida es significativa, cuando se producen conflictos entre la voluntad del niño y las demandas o circunstancias de su entorno. El miedo se origina cuando la espontaneidad y expresión de sana voluntad son inhibidas, oprimidas, incluso castigadas. Las causas también pueden ser un entorno familiar caótico, experiencias drásticas o golpes del destino sin resolver. La aversión al riesgo promueve la puntualidad, disciplina y el ahorro. Conduce a desarrollar seriedad, constancia y el sentido de la responsabilidad. Las personas con miedo a lo efímero suelen brindar apoyo y orientación, además se identifican con los valores y preservan las tradiciones.
Miedo a la determinación conlleva sentir atracción por lo desconocido, la búsqueda del riesgo, luchar por la libertad y el cambio. Cada impulso o cada deseo debe ser atendido con premura, porque la espera resulta del todo insoportable. En la dificultad de resistir a la tentación, radica el poder de seducción del miedo a la determinación. La credulidad en las panaceas y quimeras ayuda a escapar de una realidad que impone límites. Mantener todo en el limbo y justificarlo como algo relativo es la fórmula que utilizan para evadir la responsabilidad. Son personalidades con tintes histéricos que les conduce a interpretar roles, incluso cuando sobrepasan los límites, dejan de saber quiénes son realmente. Entre el cuarto y el sexto año de vida las experiencias adquiridas marcan la extensión del miedo y la personalidad. Los ejemplos de los adultos y los modelos de sociedad juegan un papel decisivo. Aunque muchas veces quedan atrapados entre los modelos con los que se identifican, mientras se rebelan contra otros; impidiendo desarrollar su propia identidad independiente, englobando incluso su rol de género. La falta de autenticidad que provoca el miedo a la determinación y su problemática gestión de la realidad provoca que estas personas puedan ser fácilmente explotadas ideológica o espiritualmente.
Encontrar el rumbo o el periplo que debemos seguir es más fácil si escuchamos y aprendemos a interpretar nuestra voz interior ¿Que otro camino puede seguir el héroe que el de superarse constantemente asimismo y, sus miedos, hasta llegar a ser quien realmente es? Pero esto requiere saber prestarnos atención, pues es la atención la antesala de la inteligencia; sin la capacidad de prestar atención difícilmente se desarrolla la sabiduría.
Héroes que marcan un antes y un después escapan de los estereotipos y los clichés. Son auténticos y se muestran genuinos, sin tapujos sin necesidad de esconder nada. El mundo civilizado ha eliminado la mayoría de los peligros a los que nos debíamos enfrentar en la naturaleza para sobrevivir y tener éxito. En su lugar han surgido nuevos miedos cómo lo es hablar en público, fracasar en el trabajo o en nuestras relaciones personales. Es el miedo a la humillación y la vergüenza la que nos bloquea provocando inseguridad, incluso avoca al suicidio; es el mayor de nuestros miedos, mayor que el temor de enfrentarnos a la muerte. Emoción que nos impide ser nosotros mismos y desarrollar todo nuestro potencial. Provoca la sensación crónica y sentimiento de ser inútil, invisible o incluso desechable. Causa parálisis emocional, una visión distorsionada de uno mismo, la sensación de ser un fraude y provoca la falta de confianza en los demás. Nuestro miedo a la crítica es la razón de oportunidades truncadas, de falta de individualismo y un propósito de vida subdesarrollado. El origen de la vergüenza más arraigada suele encontrarse en experiencias vividas durante la infancia y la adolescencia.
Esforzarnos por superarnos a nosotros mismos todos los días y aprender a interpretar nuestra voz interior, nos ayuda a comprender quienes somos realmente y el papel que debemos desempeñar. Se trata de distinguir entre la chachara toxica que consume nuestra energía, nos frena de focalizar en lo que precisamos acometer para avanzar y salvaguardar el propio bienestar. Pensamientos tóxicos contrarios de nuestra intuición, que es “la facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento” (definición de la RAE). La intuición nos ayuda a comprender que queremos realmente y el camino que debemos seguir.
No es lo mismo tener conciencia que hace referencia al sentido del bien y del mal. Distinto de ser conscientes que es la capacidad de observar nuestra lógica, razón, emociones, estado de ánimo, nuestro cuerpo o cada uno de los estímulos que percibimos tanto internos como externos. Cuando cometemos algo que consideramos inmoral y esto nos hace sentir culpable nuestro consciente responde ante un conflicto de conciencia. Sigmund Freud definió la conciencia como la respuesta del superego, el componente de la personalidad compuesto por los ideales interiorizados que hemos adquirido de nuestros padres y de la sociedad. Para Carl Jung es la voz del “Yo” que representa la idea de dos opuestos unidos. Jung llevaría el concepto del “Yo” más lejos al aparecer en sueños, mitos y cuentos de hadas como una «personalidad superior», que podemos imaginar como la figura de un profeta salvador o héroe.
Caminar, reflexionar y escribir sobre nosotros mismos nos ayuda identificar las voces que alimentan nuestros miedos. Conducir nuestras vidas con mayor consciencia, reconocer las emociones, pero no identificarnos con ellas; es la forma de replantear nuestra percepción y la interpretación de las situaciones. Observar que pensamos y que decimos tanto de manera espontánea como intencionada, dejar de intentar influir en situaciones o acontecimientos que se escapan de nuestro control conduce a un mayor autoconocimiento.
Todo héroe debe encontrar, sentir o intuir que hay un propósito en su misión o sucumbirá ante la adversidad y terminará por rendirse. El Dr. Viktor Frankl describió las 4 claves para dar y mantener vivo el propósito. 1) Tener una visión clara de hacia dónde nos dirigimos y de los obstáculos que debemos vencer para alcanzar el destino, obstáculos que únicamente el héroe que vive en nosotros; ha sido llamado a vencer. 2) Descubrir señales de ratificación en los acontecimientos que tienen lugar en el transcurso de nuestro periplo hacia el objetivo; por insignificantes que estos sean. 3) La adversidad y el sufrimiento cuanto más intenso, más nos hace apreciar las cosas buenas que nos ofrece la vida. Cosas que la mayoría pasarían inadvertidas o consideran insignificantes. Apreciar también las cosas más insignificantes, nos ayuda a sentir gratitud y con ello aumenta nuestra sensación general de bienestar. 4) Interiorizar que el amor trasciende la vida física, que en el amor encontramos el último recurso de dicha. Se trata de aceptar que al final expresamos nuestro propósito a través de las personas que apreciamos, queremos y amamos.