En un contexto en el que se fragua un nuevo orden cultural y socioeconómico, surgen corrientes de pensamiento contrapuestas que compiten por influir en el rumbo que tomará la sociedad. Estas corrientes representan visiones antagónicas sobre la sociedad del futuro. Somos testigos del preludio de un cisma o conflicto entre el estilo de vida consumista y el resurgimiento de valores de corte humanista. Por ejemplo, se observa un auge de escuelas filosóficas como el estoicismo, así como un creciente número de personas con la inquietud que les mueve a buscar un sentido o propósito más allá de lo meramente material. Por tanto, nuestro tiempo se caracteriza por la confluencia de las oportunidades ilimitadas que ofrece la sociedad del conocimiento y la satisfacción que produce la expectativa de una recompensa inmediata resultado de la hiperconexión (1)(2). Estos enfoques proponen paradigmas o una disyuntiva de la manera de entender el éxito y el propósito de la vida humana muy diferentes.
La filosofía busca esclarecer el sentido más amplio de las cuestiones humanas, y la tecnología está dando forma a aspectos relevantes de la investigación filosófica. Asimismo, la relación entre la mente y la máquina ofrece una perspectiva distinta sobre cuestiones filosóficas relacionadas con la naturaleza de la mente y la conciencia humana. La tecnología impacta en la naturaleza de la realidad y, por ende, en nuestra comprensión de la existencia humana. Plantea nuevas consideraciones existenciales y metafísicas sobre la identidad, el propósito y el sentido de la vida. La realidad virtual y el metaverso desafían nuestra comprensión de la realidad o los límites entre lo virtual y lo físico. Es una cuestión filosófica analizar la dinámica de poder inherente y las consecuencias sociales de los avances tecnológicos y considerar el papel de la ciencia en la configuración de los valores sociales, la justicia y los sistemas políticos. La tecnología tiene efectos transformadores en las estructuras sociales y políticas, en el candelero están asuntos como la gobernanza digital, la vigilancia, la privacidad, el impacto de la inteligencia artificial y la automatización en el empleo.
El consumismo promueve una cultura de deseo constante y la necesidad de obtener siempre más. La sociedad de consumo ha construido una realidad en la que se obtiene felicidad y estatus social a través de la adquisición de bienes materiales. Las personas buscan la gratificación instantánea a través de las redes sociales, los videojuegos, las citas en línea, la pornografía y las compras de productos y servicios en cualquier momento y desde cualquier lugar, al mismo tiempo que anhelan el reconocimiento social. Según el libro «La sociedad del cansancio» de Byung-Chul Han, la sociedad está pasando factura al individuo moderno tardío. En lugar de mejorar la vida, la cultura de la conveniencia está generando anomalías que van desde la depresión y el déficit de atención hasta el trastorno límite de la personalidad. El libro enfatiza la incapacidad contemporánea para manejar experiencias negativas debido a un exceso de positivismo.
«Muchas personas asocian su identidad y valor personal con la cantidad de compromisos que tienen en su agenda. Existe una creencia generalizada de que a mayor nivel de estrés, mejor rendimiento se obtiene. Como individuos, tendemos a convencernos de que trabajar más horas implica ser más relevantes.»
La sociedad de consumo, cuyos orígenes se remontan a la época de la industrialización y que adquiere su forma actual en los años 20 del siglo pasado, parece haber llegado a su fin, son muchas las voces que vaticinan que el sistema capitalista que la sustenta se ha agotado. Simplemente se ha vuelto insostenible debido a su impacto medioambiental y la alienación de la naturaleza humana que provoca. El consumismo se basa en la idea de que el crecimiento económico y el incremento constante del gasto son los pilares del progreso y el bienestar. Este enfoque ha llevado a un despilfarro excesivo de recursos naturales, a generar residuos tóxicos en cantidades insostenibles, da lugar a la desigualdad, explotación laboral, incluso infantil. Las consecuencias son la infertilidad y el descenso de la expectativa de vida, problemas acuciantes y que estará en las agendas por delante del discurso del cambio climático. Todo, antes del final de esta década de no producirse un cambio sustancial en las formas de pensar y actuar.
En contraposición a una sociedad que busca alcanzar la felicidad instantánea a través del consumo, surgen los protagonistas de esta nueva etapa de renacimiento digital: personalidades con pensamiento e ingenio disruptivo, alto desempeño físico y talento artístico. Independientemente de la época en la que se encuentren, estos renacentistas son eruditos o personas extraordinarias con una mentalidad disruptiva que desafía las convenciones establecidas. El éxito está estrechamente vinculado al aprendizaje y a la superación constante, con la premisa de llegar a ser quienes realmente somos y cumplir con un propósito trascendental. Esta postura va en contra de una sociedad de connotaciones hedonistas que busca maximizar el placer y anular el dolor. Los renacentistas utilizan los medios disponibles en su época para lograr lo que la mayoría ni siquiera puede imaginar.
Mientras algunos defienden las oportunidades de un renacimiento digital centrado en valores humanistas, otros vaticinan que la cuarta revolución industrial dará lugar a una fusión tecnológica y biológica. En el centro de la discusión se encuentran ideas desafiantes sobre lo que significa ser humano. Corrientes que debaten entre reconectar con nuestra naturaleza humana potenciando la consciencia, mientras que el transhumanismo que apuesta por la conexión digital. La promesa de ambas propuestas es un homo sapiens mejorado o aumentado. La visión transhumanista plantea incluso la modificación genética de la especie humana, mientras que las ideas de un renacimiento digital postulan que todavía hay potencial para aumentar el desempeño humano en base investigaciones revolucionarias sobre neurociencia, conexión cuerpo y mente, biología evolutiva y epigenética.
«Estamos a un paso de la transición de interactuar con la tecnología a ser tecnología. Si el uso de servicios digitales gratuitos implicaba que el usuario se convertía en el producto, en consecuencia, es fácil deducir que el transhumanismo mercantilizará de manera irreversible al homo sapiens; convirtiéndolo en el consumidor consumido.»
Aún queda sin resolver cómo fue posible la construcción del Partenón por Calícrates en el año 438 a.C. ¿Cómo logró transformar su imaginación en un diseño tridimensional funcional? Escapa a nuestra comprensión, ya que resulta improbable encontrar a alguien con la destreza y capacidad cognitiva necesarias para considerar aspectos técnicos y estructurales, como la distribución de cargas, la estabilidad y la proporción estética. Todo esto utilizando las herramientas y métodos disponibles en la época helenística. Por lo tanto, es razonable preguntarnos si, a pesar de todos los avances, el rendimiento cognitivo actual ha superado a los pensadores y maestros clásicos de aquella época. Es evidente que existe una brecha que debemos superar y muchas preguntas por responder. Propuestas coherentes, como una educación diferente, comprender la conexión entre cuerpo y mente, y recuperar la interacción con el entorno natural, ganan tímidamente impulso en la sociedad.
Al igual que en la Edad Media la peste negra fue un catalizador del cambio, la pandemia de COVID-19 ha sido el primer evento de una sucesión de sucesos que no harán más que acelerar el cambio que dará lugar, como a algunos les gusta definirlo, al «gran reinicio». El futuro siempre es inevitablemente diferente y las auténticas revoluciones son aquellas que nadie puede anticipar. Por lo tanto, no todas las cartas han sido jugadas y depende del ingenio humano materializar un mundo mejor. Del ingenio humano también depende que se produzca una nueva explosión de pensamiento singular o de ideas en los campos de las artes y la utilización racional de la tecnología.
«La inteligencia artificial es finita mientras que la cognición humana es infinita» es una afirmación amplia, pero explica la razón por la cual en juegos finitos como el ajedrez o el Go, la IA puede superar a los humanos. Sin embargo, el póquer presenta desafíos únicos para la IA debido a sus incertidumbres inherentes, información incompleta y elementos estratégicos que implican engaños y faroles. Los jugadores profesionales de póquer poseen una combinación de pensamiento estratégico, intuición, psicología y adaptabilidad que es difícil de replicar completamente para la IA. La cognición humana es adaptable, flexible y creativa. Los seres humanos pueden pensar de manera abstracta, participar en un razonamiento crítico, imaginar posibilidades y encontrar soluciones innovadoras a problemas complejos. Mientras que la inteligencia artificial tiene límites finitos determinados por su programación y los datos de entrada. La cognición humana posee cualidades únicas que permiten flexibilidad, creatividad y potencial de crecimiento y adaptación. Son los renacentistas digitales quienes, lejos de los clichés, sacarán mayor provecho de herramientas de inteligencia artificial como ChatGPT, lo que les permitirá explorar ideas a mayor velocidad y generar pensamiento original, dando lugar a la generación de valor.
Debemos aceptar el desafío de una confrontación entre el pensamiento único y la recuperación de la individualidad que da lugar a la divergencia de ideas. Esta batalla es similar a la que dio lugar al salto del Medievo al Renacimiento. Se trata de una batalla entre los neo-dogmas en el que se afirma frecuentemente que la ciencia es incuestionable o un acto de fe aceptado por aquellos que no alcanzan a comprenderla. Racional es recuperar el método científico según el cual todo postulado es revisable a medida que avanza el conocimiento y surgen nuevas evidencias. Debemos elegir si el futuro estará limitado a ciudades de 15 minutos o si se preservará la libertad de movimiento, si seguiremos un modelo Bauhaus en el que la forma sigue a la función o formas y colores en sintonía que además se integran con la naturaleza, si mantendremos conglomerados industriales globales masivos o impulsaremos una economía circular sostenible basada en la producción local mucho más artesanal, si nos embarcaremos en una revolución de la salud basada en la manipulación genética o si redescubriremos el potencial de la conexión mente-cuerpo, si adoptaremos una neo-religión quizás incluso diseñada por la inteligencia artificial o si respetaremos la cultura y los valores establecidos además de vigentes de los pensadores clásicos, si aceptamos que los alimentaremos, en pro de evitar un cambio climático, sean desnaturalizados y ultraprocesados o si recuperaremos la alimentación tradicional basada en técnicas ecológicas sostenibles.
En definitiva, se trata de apostar por el homo sapiens cuyo potencial máximo permanece inexplorado. La alternativa transhumanista, motivada por el hedonismo, podría transformarse en una distopía de proporciones inimaginable.
(1) Expending effort may share neural responses with reward and evokes high satisfaction
(2) Affective neuroscience of pleasure: reward in humans and animals