Psicología del factor tiempo

El tiempo es un factor clave en la toma de decisiones. Tener que esperar para obtener una recompensa reduce su atractivo. La percepción del factor tiempo conduce en ocasiones a la elección de alternativas con resultados más inmediatos, incluso a expensas de un beneficio mayor futuro.

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Cuando nos invade la preocupación al igual que cuando estamos ansiosos ante la expectativa de que se produzca un acontecimiento que consideramos placentero o la obtención de una recompensa, el tiempo parece estirarse como un chicle. Las personas hedonistas o que necesitan de satisfacciones constantes, perciben el tiempo de manera diferente que aquellas personas que tienen una proyección de futuro. Las personas con orientación de futuro por su personalidad anteponen la obtención de una recompensa mayor futura a cambio de renunciar a una satisfacción inmediata y por lo general tienen una mayor predisposición de realizar sacrificios.

Muchas de las decisiones importantes que tomamos están influenciadas por nuestra percepción del factor tiempo y este está profundamente arraigado en nuestra psique. Una vez que reconocemos las implicaciones psicológicas del factor tiempo nuestra perspectiva cambia y esto nos permite avanzar hacia una vida con mayor profundidad o sentido.

Philip Zimbardo profesor emérito de psicología de la Universidad de Stanford, acuñó la idea de la perspectiva temporal. Después de más de diez años de investigación concluyó que nuestra actitud con respecto al tiempo es definitoria, al igual que lo son los rasgos de personalidad, tales como el optimismo o la sociabilidad. Tomar conciencia del tiempo engloba aceptar que nuestras decisiones y comportamiento presente tienen un efecto en los eventos futuros.

Una de las investigaciones más famosas de las ciencias sociales consistió en colocar un malvavisco frente a un niño, con la única indicación de que podía obtener un segundo malvavisco de resistir 15 minutos sin comérselo. Pasar la prueba requería tener tesón para evitar caer en la tentación de la gratificación inmediata. Un posterior estudio estadístico demostró que el tesón era un indicador de éxito futuro, los niños que obtuvieron la recompensa también fueron económica y socialmente más prósperos.

Nuestra percepción del tiempo repercute en cuanto a cómo medimos el desempeño de nuestras vidas. De nosotros depende hacer el mejor uso del momento presente o decidir que acometer en el ahora: si queremos procrastinar o caer en la tentación del placer inmediato. Incluso a expensas de que esto nos perjudique en un futuro o, por el contrario, podemos decidir esforzarnos en pro de la consecución de una meta o la obtención de un beneficio futuro. El tiempo es una variable y forma parte de la ecuación que hacemos respecto a de si estamos teniendo éxito o estamos fracasando. Muchos desisten en su empeño de alcanzar las metas que se proponen, al autoconvencerse de no estar progresando; se excusan o justifican con el argumento de no querer perder el tiempo.

“Nuestra conciencia está vinculada con nuestro sentido o la percepción que tenemos del yo en el tiempo, nadie se percibe a sí mismo como atemporal o puede explicar su trayectoria de vida sin el factor tiempo.”

La presión de una sociedad gestionada por relojes que marcan la pauta y mercantilizan el tiempo; terminan por acelerar nuestro ritmo de vida y nos guía en modo piloto automático a través de la rutina diaria. No es sorprendente por tanto que en contraposición se produzca el actual auge de la idea de vivir en el momento presente. La popularización de la meditación y el mindfulness son un fenómeno creciente mediante los cuales cada vez más personas buscan experimentar una sensación de atemporalidad. La realidad es que vivir bajo la tiranía del reloj puede ser una causa de malas decisiones, en cuanto a la elección de nuestra alimentación, la práctica de ejercicio y nuestras relaciones sociales. Factores que nos hacen más vulnerables al deteriorar nuestra salud física y psíquica; por tanto, reducen oportunidades, calidad y expectativa de vida.

Hacer cosas sin limitaciones de tiempo, como despertarse naturalmente en vez de por el ruido del despertador, salir a caminar sin marcar un destino o darse permiso para la contemplación, son ejemplos de actividades que nos pueden ayudar a sanar el ritmo circadiano del cuerpo y restaurar nuestro equilibrio emocional. Se trata de sopesar los beneficios y establecer las pautas de un estilo de vida que deje atrás la tiranía del reloj.

“No somos el cúmulo de nuestras posesiones, somos todas las experiencias vividas que guardamos en nuestra memoria.”

El tiempo vuela cuando estamos inmersos en una actividad que nos cautiva, sin embargo, cuando recuperamos su recuerdo este se presenta mucho más extendido que el de una experiencia aburrida. Incluso muchos de los episodios monótonos de nuestras vidas terminamos por olvidarlos, en términos prácticos es como si estos nunca hubiesen tenido lugar. El cerebro parece no querer invertir recursos memorizando momentos aburridos o no esenciales. Prefiere crear y guardar más recuerdos de aquellas actividades en las que estábamos ocupados con acciones atractivas, novedosas o variadas. Cuanto mayor es el número de detalles que registra y almacena nuestro cerebro, con mayor viveza parece perdurar y prolongarse el momento en el recuerdo. Una vida subjetivamente más larga en retrospectiva son las que acumulan mayor número de experiencias dispares, y la manera más segura de vivirlas; es salir de nuestra zona de confort. Cuanto más ricas y variadas son nuestras vidas, mayor es la intensidad del recuerdo y la percepción de haber vivido por más tiempo, aumenta. Por el contrario, cuanto más rutinarias y monótonas son nuestras experiencias, menos información registra el cerebro creando una sensación más veloz del paso del tiempo.

Nuestra longevidad está determinada en un 75% por el estilo de vida y tan solo el 25% es atribuible a nuestra herencia genética. Se ha demostrado que vivir hasta 10 años más, disfrutando de una mejor condición psíquica y rendimiento biológico, depende exclusivamente del estilo de vida que elegimos. Lo racional es pensar que todo ser humano consciente debería de tener un empeño por vivir plenamente y al máximo de su potencial. En realidad, la inmensa mayoría vive en una disonancia cognitiva, similar a la fábula de Esopo de la zorra y las uvas «la zorra tiene un deseo de uvas dulces, pero resuelve que las uvas están agrias ante su incapacidad para alcanzarlas.» Antes de avanzar muchas veces debemos liberarnos de nuestras creencias limitantes, muchas de ellas tienen su origen en el entorno sociocultural en el que nos desenvolvemos o son parte de la educación recibida.

La excusa más común es afirmar la falta de disponibilidad de tiempo para realizar todo aquello que nos beneficia, cuando en realidad la forma más efectiva y rápida de avanzar hacia nuestras metas es simplemente cambiar malos por buenos hábitos. Se trata de identificar y aceptar que malos hábitos son tiempo malgastado que nos roban oportunidades futuras. Un comportamiento racional es cambiar rutinas o malos hábitos por otros que nos beneficien.

“El 90% de las personas afrontan el nuevo día sin un propósito o al menos con una intención clara de que quieren lograr y o de cuáles son sus metas.”

Mejorar el patrón de sueño para aumentar el nivel de energía, cambiar nuestra alimentación para eliminar la sensación de fatiga o cansancio, fomentar el optimismo con la simple práctica de ejercicio, mantener relaciones sociales sanas, ducharnos con agua fría, meditar, observar, reflexionar, etc. Hábitos y costumbres que conducen a una mayor productividad profesional y un mejor desempeño de nuestras tareas diarias. Es paradójico que todo aquello que al principio se presenta como una inversión de tiempo, en realidad termina provocando un efecto por el cual llegamos a ser más productivos o conseguimos hacer más en menos tiempo.

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Cuando las personas prosperan, crean un campo de atracción de valor.

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